viernes, 25 de marzo de 2011

Diversión verdadera


El ser una figura pública, no importa si eres una persona espiritual o política, siempre ha traído un sinnúmero de dificultades, sobre todo con las preconcepciones que tiene la gente de ti y de sí misma. También se corre el riesgo de que ser ascendido a un altar y que luego, los mismos que te subieron, te boten y que el piso esté muy duro.

En un tiempo muy difícil para nuestra familia, se levantaron una cantidad de calumnias, injurias e insultos sobre nuestro jefe. Críticas mordaces de personas cercanas que no podían expresar sus diferencias sin odio ni envidia. Así que tuvimos unos meses en los que fuimos bombardeados en el internet con acusaciones de todo tipo. Cuando las cosas se comenzaron, según mi criterio, a pasar de la raya pues ya no sólo hablaban mal de nuestro jefe sino de todos nosotros, fui a visitar a mi padrino para que me aconsejara.

-Padrino-, le dije un tanto agitado. -Han llegado unos correos electrónicos donde hablan mal de nuestro jefe y de nuestra familia, con mucha mala intensión...-

-¡Calma!-, me dijo mi padrino. -Antes de que me cuentes los detalles quisiera saber cuatro cosas, nada más-

Yo contuve la respiración, tratando de que mi malestar se disipara.
-Te escucho-, le dije.
.
-Primero quiero saber si lo que están diciendo en esos correos es verdad. Es decir, ¿tú puedes testificar la veracidad de lo que dicen?-

Yo miré al techo, era evidente que no podría estar cien por ciento seguro que eran mentiras, pero testificar no lo podía hacer.
-No. Testificar su veracidad no puedo, tampoco conozco a las personas que lo dicen porque son correos anónimos-

-Bueno-, dijo mirándome con cariño. -Otra cosa, ¿todo eso que dicen le hace bien a alguien, es decir, ¿es al menos una crítica constructiva que trae una propuesta de cómo hacer mejor las cosas?-

-No, para nada. Más bien destila resentimiento y envidia...

Mi padrino hizo una pausa y tomó asiento, con una paz envidiable. Me miró sonriendo de lado, con un gesto por demás de ternura.
-¡Listo!-, dijo. -¿Y a alguien le importa de verdad? Es decir, ¿alguien necesita esa información para cambiar su vida?-

Se calló un momento y al ver que no respondía, me aclaró, sin quitar ese gesto en la mirada.
-¿Es necesario que yo me entere lo que dicen de mí, de ti o de saber lo que te inquieta tanto?-

-No, creo que no-, dije un poco dubitativo.

-Hijo mío-, me dijo dándome suaves palmadas en la espalda. -Si no es verdad, ni lo necesitamos ni nos genera bienestar, creo que es mejor dejarlo ahí donde está y no repetirlo ni por casualidad.

-¿Olvidarlo así de sencillo?-, pregunté desconcertado. -¡Pero están insultando a nuestra familia!-
-Nunca te olvides-, dijo mi sabio padrino. -Lo que enferma es lo que sale de la boca, no lo que entra en ella-

Esa sentencia me removió hasta el alma y pude sentir mucha paz en mi interior. Pronto dejé mi actitud beligerante y respiré más calmado. Al rato me di cuenta que él había dicho que quería saber cuatro cosas y sólo me había preguntado tres.

-¿Cuál es la cuarta cosa que me querías preguntar sobre esos correos?-, le dije.
-La cuarta pregunta era si al menos te estabas divirtiendo leyendo esas infamias.

Yo revisé en mi interior y reconocí que al principio tenía un gustillo raro, esa atracción mórbida por conocer detalles de la vida de los demás aunque no sean ciertos, pero que me había cansado y me sentía agotado con tanto chisme.

-No-, le conteste. -Ya no es divertido-

El viejo sonrió y sentenció.
-Pues entonces no te preocupes, que eso les va a pasar a todos. Es cómo una mala novela, no pasa de la crisis. Se aburrirán, si el chisme no divierte cansa. Para lo único que sirve es para divertir, así que: ¡olvídalo y busca algo que te divierta de verdad!-

sacado del libro Historias de Curanderos
de Santiago Andrade León

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