jueves, 24 de marzo de 2011

Jodidos


En una reunión en mi casa, un grupo de amigas insistía que les leyera el Tarot. Yo fui por mucho tiempo un aficionado a los oráculos, pero en ese momento de mi vida los había dejado por completo. Así que les dije que ya no hacía lecturas y que seguramente estaba fuera de práctica. Pero ellas insistían e insistían. Mi hijo escuchaba, sentado a mi lado, tomándose un vaso de refresco.

-Yo les puedo hacer esa consulta-, dijo de pronto con una solvencia admirable, como si ese fuera su oficio secreto. Se escuchó en el aire un emocionado suspiro colectivo como una onomatopeya a la ternura. Con una sonrisa miré a mi hijo y le dije.
-¡Bueno hijito, anda a traer las cartas y se las echas!-.

Mi hijo corrió hasta mi dormitorio y buscó las cartas. Las trajo y comenzó con todo un ritual. Primero nos pidió una vela, luego un vaso con agua, una franela roja para echar las cartas y por último el pago de una moneda por cabeza para comenzar. Una de las más entusiastas se arriesgó primera. Cumplió con el pago y las barajó siete veces. Luego le entregó nueve cartas, como Gabriel se lo había pedido. El pequeño dio vuelta a las cartas y meneando la cabeza en gesto de desaprobación dijo.

-¡Amiga, estás jodida!-.
Todos explotamos de risa, incluso él, aún cuando no se percataba del todo el porqué de nuestras risas. Cuando se calmó el estallido, pregunté.

-Oye Gabriel, ¿y cómo sabes que está jodida?-.
-Fácil-, dijo cruzándose de brazos. -Todos los adultos están jodidos-.

Sacado del libro Los Niños Índigo tienen padres colorados
de Santiago Andrade Léon


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